Por Alejandro Reyes (@AReyesAnalisis)

¡Alitas arriba, Colombia! Porque la saga que se ha desplegado en los últimos días tiene más sazón que un pollo apanado en su punto.

Resulta que nuestro queridísimo Frisby, ese templo del pollo frito fundado allá por 1977 y cuyo pollito con gorro de chef es más famoso que el copetón de ciertos políticos, se ha encontrado con un «pollo hermano» (por no decirle «pollo usurpador») en ¡España, olé!

 

 

La historia, digna de una telenovela con plumas, comenzó cuando Frisby S.A., muy juiciosos ellos, registraron su marca «Frisby» en la Unión Europea en el ya lejano 2005. Todo bien, todo legal, cubriendo esas clases alimenticias y de restaurantes que tanto nos gustan (29, 30 y 43, para los curiosos del código). Pero, ¡ay!, parece que nuestro pollito se tomó una siesta de casi dos décadas en el viejo continente, porque de usar la marca en Europa, poquito o nada. Y claro, en la UE son muy serios con eso del «úsela o piérdala». Como diría un experto con delantal: «la marca se pierde si no se usa», y Frisby Colombia, la verdad, «no tiene forma de demostrar su presencia en España» después de tanto tiempo sin cacarear por allá.

 

 

Mientras nuestro Frisby original soñaba con llevar su sabor a Europa «algún día», un emprendedor en España, ¡zas!, solicitó en septiembre de 2024 registrar la marca «Frisby» para sus propios menesteres culinarios. Y como quien no quiere la cosa, la marca fue aprobada en diciembre de 2024 ¡sin que Frisby Colombia pusiera el grito en el cielo a tiempo!. Tuvieron tres meses para oponerse formalmente, pero parece que el fax se perdió o el email cayó en spam, porque la oposición nunca llegó, lo que «legalmente implica aceptación» de ese nuevo registro español. ¡Zasca! Con la marca en el bolsillo, el empresario fundó Frisby España S.L. en Bilbao y, ni corto ni perezoso, en ese mismo diciembre inició ante la Oficina de Propiedad Intelectual de la UE (EUIPO) la cancelación del registro de Frisby Colombia, alegando, ¡sorpresa!, falta de uso. Argumentaron que la estrategia colombiana de «inscribir la marca sin usarla» era «abusiva».

 

 

 

A principios de mayo de 2025, la EUIPO soltó el primer bombazo: fallo inicial favorable a Frisby España. ¡Los derechos de Frisby Colombia en la UE, revocados por desuso!. Les dieron dos meses para presentar pruebas de que sí habían vendido aunque sea una alita en Europa, o la caducidad sería más definitiva que el final de temporada de serie de moda. Mientras tanto, Frisby España ya se andaba publicitando como el único Frisby legalmente emplumado en el continente.

 

Pero entonces, ¡oh, Colombia, tierra querida!, surgió el milagro del «A-POLLO» masivo. Ante el comunicado de Frisby Colombia del 6 de mayo, negando cualquier vínculo con el impostor español y denunciando un «intento de terceros de aprovecharse de la reputación», el gallinero nacional se alborotó en solidaridad. ¡Y qué «a-pollo»! Marcas gigantes, ¡incluso competidores directos!, salieron a cacarear su respaldo. KFC Colombia y Buffalo Wings trinaron al unísono: «lo auténtico no se copia, se respeta». Kokoriko también se sumó al coro. Alquería mugió con sentimiento: «con el sabor no se juega, abrazamos lo original». Porvenir, pensando en el futuro del pollo, sentenció: «Frisby solo hay uno. Porque nadie lo hace como Frisby lo hace». Hasta Pepe Ganga, Crepes & Waffles, Honda y la constructora Amarilo hicieron posteos creativos ofreciendo su «a-pollo» incondicional. ¡Si esto no es amor patrio por el pollo, no sé qué será!

Nuestro Frisby colombiano, con el corazón henchido de tanto «a-pollo», no se quedó de brazos cruzados. Anunciaron acciones legales hasta debajo de las piedras: ¡suplantación de marca, competencia desleal y daños a la reputación!. Y no olvidemos al Pollito Frisby original, esa mascota con más carisma que muchos influencers. ¡Ese pollito es una obra de arte protegida por derechos de autor!. Así que, si los españoles usaron una figura «sospechosamente similar» , Frisby Colombia tiene todo el derecho de armar un pollo legal por plagio y decirles: «¡Con mi pollito no te metas!». Además, se alega la «mala fe» del registrante español, porque vamos, ¿quién en España, con la mira en el público colombiano, no conocería al rey del pollo frito de Pereira?.

Claro que Frisby España tiene su propio libreto. Dicen que todo fue legal, que la marca estaba más libre que pollo en fuga, que intentaron contactar a los colombianos para una colaboración y ¡cri-cri, cri-cri!, nadie respondió. Ahora ofrecen diálogo para un «acuerdo que beneficie a ambas partes» , pero también sacan pecho diciendo que seguirán su expansión si no hay pacto. ¡Vaya plumerío!

 

¿Qué pasará? Los expertos en estos embrollos legales avícolas dicen que probar el «uso efectivo» para salvar el registro de 2005 es más difícil que enseñarle a un gallo a poner huevos. Las mejores cartas de Frisby Colombia parecen estar en demostrar la «mala fe» del español o en llegar a una negociación donde, quizás, el pollito original termine comprando su propio nombre de vuelta en Europa.

 

Lo cierto es que esta «guerra del pollo» ha servido de lección para muchas marcas colombianas: más vale registrar Y USAR la marca en el extranjero, no vaya a ser que les salga un clon ibérico con más papeles que el original.

 

Desde esta humilde crónica, enviamos todo nuestro «a-pollo» emplumado a Frisby Colombia. Que su sabor original prevalezca, que su pollito siga siendo el único y verdadero rey, y que este embrollo europeo termine con un final feliz y bien crocante. ¡Porque Frisby, como el buen sancocho, solo hay uno! Y que nadie nos venga con cuentos chinos… o españoles.

¡Fuerza, Frisby!